Señor Jesucristo, la comunión de tu cuerpo y de tu sangre no sea motivo de juicio y condenación, sino que, por tu piedad, me aproveche para la defensa de alma y cuerpo y como remedio saludable.
Concédeme que yo siempre cumpla fielmente tus mandamientos y no permitas que jamás me separe de ti.
Amén
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